La importancia de la responsabilidad social corporativa

Autor: Pilar Placer (1)

A estas alturas del partido, el término de responsabilidad social corporativa nos debería resultar familiar. Las siglas RSC llegaron para quedarse.

Se podría definir como aquella forma de dirigir las empresas, basada en la gestión de los posibles impactos que su actividad puede ocasionar en los entornos más cercanos (clientes y empleados), y en aquellos que les rodea (sociedad y medio ambiente).

La RSC es un concepto transversal y, por lo tanto, afecta a diferentes ámbitos de la gestión de la empresa. De este modo, las actividades desarrolladas deberán estar contempladas en diferentes marcos como son la vinculación a la actividad básica, la vocación de permanencia y la implicación de un compromiso de alta dirección.

Además, por su carácter pluridimensional, la RSC afecta a distintos ámbitos: Derechos humanos, prácticas de trabajo y empleo, protección de la salud, cuestiones medioambientales, lucha contra el fraude y corrupción, así como el interés de los consumidores.

Esta responsabilidad que adquieren las empresas ha ido cobrando fuerza en las últimas décadas, gracias a la globalización y a la búsqueda de soluciones a los problemas sociales de una manera responsable y respetuosa.

Muchos son los beneficios y ventajas de las actividades en torno a la RSC que nos podemos encontrar: Contribución a la reducción de la pobreza y fomento del desarrollo, mejora en la reputación y la imagen de la empresa con una percepción positiva, proporcionar una satisfacción asegurada por parte de los clientes, ahorro de costes… Aquí las empresas juegan un papel muy importante dentro de la sociedad. Por ello, han de impulsar un plan estratégico para sus compañías, involucrándose en toda la estructura jerárquica y empezando por el CEO para su posterior despliegue. Todas las acciones, han de partir de forma ordenada de dicho plan, de tal manera que la participación en él y la consecución de los objetivos, sea tarea y logro de todos.

Por la experiencia que he tenido a lo largo de mi carrera profesional, puedo confirmar que desde el punto de vista del empleado, las compañías tienen la capacidad de motivar y hacer partícipes a sus empleados como miembros de la comunidad a la que pertenecen. Ya no es solo una cuestión de que el trabajador acuda a su puesto de trabajo y realice las tareas para las que haya sido contratado, se trata de ir más allá y buscar un cambio positivo en la sociedad. Uno de estos aspectos podrían ser las iniciativas de voluntariado.

En realidad es una forma de devolver a la sociedad las oportunidades que uno ha tenido en la vida en favor de los más necesitados. Y, además, genera una responsabilidad individual de actuar con integridad en línea con los valores de la compañía. Esto se traduce en un beneficio al crear un vínculo de confianza, donde posiblemente aumente el sentimiento de pertenencia de los equipos, refuerce la retención del talento a la vez que mejore el ambiente laboral.

Ahora bien, dependerá de cada individuo las ganas de involucrarse en cada proyecto, así como el tiempo y la prioridad que esté dispuesto a dar. Lo que es seguro es que cuanto más se comprometa el empleado en este tipo de acciones, más felicidad le vendrá dada de vuelta y mayor rendimiento obtendrá en el trabajo. Podríamos estar hablando de un “win-win”, donde ambas partes saldrán beneficiadas.

Por otro lado, cada vez existe más el compromiso de generar negocio con un sentido de esfuerzo con conciencia social, educacional y ambiental. Hay que reinventarse para continuar avanzando, ya que las nuevas generaciones demandan más políticas de transparencia, accesibilidad y rigurosidad. Es necesario crear culturas de responsabilidad social con código éticos y de sólidos valores. Esto les convertiría en el ADN de la empresa y en definitiva en los intereses de los empleados, que admirarán y respetarán dichos códigos. Y, a su vez, produce un impacto positivo al crear confianza en los consumidores. Los usuarios sentirán que participan en las acciones socialmente responsables.

En definitiva, todas estas políticas contribuyen al bienestar de la sociedad, generando valor a largo plazo para todos los grupos de interés, definiendo como tales los cinco pilares básicos de un modelo de empresa integrado: Clientes, personas, capital y sociedad.

Para concluir me gustaría dejar una reflexión sobre nuestro sector. Está en nuestras manos y en la de nuestros dirigentes construir ciudades más sostenibles, donde más gente quiera vivir utilizando todas las tecnologías disponibles, se creen estrategias de sociedades sostenibles y se pueda aplicar la responsabilidad social corporativa en todas nuestras acciones y en todo momento para dejar a las siguientes generaciones un mejor legado.

Pilar Placer es Senior Asset Manager, y toda su carrera profesional ha estado vinculada al sector inmobiliario.
Ha trabajado para empresas como Patrizia-Rockspring, GE Real Estate y Aguirre Newman.
Licenciada en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y especializada en Urbanismo y Gestión Inmobiliaria por el Real Centro Universitario María Cristina.
Pilar cuenta con amplia experiencia en proyectos de voluntariado corporativos.

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